Sunday, November 29, 2009

¿Por qué se calatean las mujeres?

Por: Enrique Araujo-Alvarez B. (15.12.03)

“Más pueden tetas que carretas”
-Proverbio español

Adán miró a Eva con lascivia por primera vez, en el preciso momento en que fue arrojado del paraíso. A Adán se le subió la testosterona cuando se dio cuenta que Eva estaba desnuda. Ya fuera del Edén, a ambos le invadió la malicia. Por ello, Eva se cubrió con un trébol, una hojita para cada parte púdica lo que desquició a Adán sintiendo una taquicardia inexplicable sumado a un súbito priapismo incontenible. Así, Eva descubrió que su contraparte entraba en trance solo con mirarla y más aún, cuando se cubría ligeramente. Después se cubrió con hojas de parra y ensayó una serie de artimañas más, tales como mostrarle solo el ombligo acompañando este acto con una sonrisita coquetona o asomando disimuladamente uno de sus senos o cruzando sus piernas, balanceando un pié. Eva se dio cuenta además, que su Creador le había proporcionado toda la información del coqueteo mientras que a su compañero le había dejado el cerebro en blanco. Eva, día tras día se daba cuenta que se las sabía todas además de otras que estaba inventando. De esta manera Adán, un pobre descerebrado (y sin ombligo), en estos menesteres, en muy poco tiempo se transformó en el esclavo perfecto de Eva. Si Adán quería a Eva, tendría que pagar primero. Tendría que salir al fresco a conseguirle frutas, carne, agua, pieles para abrigarse, hacerle una cama, conseguir un antro amoblado y engreírla a cada rato. Este fue el verdadero comienzo de lo que vendría en llamar un marido. Un día Adán empezó a desarrollar su cerebro y quiso imitar a Eva. La miró con ojos de carnero degollado, le esbozó una sonrisa frankesténica y disimuladamente se levantó la piel de jabalí que usaba encima para mostrar una de sus velludas piernas. La respuesta de Eva fue fulminante. Adán recibió sendas pedradas, huesos de pterodáctilo chupados y una serie de alaridos estridentes ya que aún no habían inventado un idioma. Adán comprendió que esta técnica no iba a funcionarle de ninguna manera. Así, quedó pensativo lucubrando cómo hacer para atrapar a Eva cuando él quisiera y no como siempre cuando ella quisiera. Como esto ya era muy molesto y se había hecho costumbre, ensayó un nuevo y sutil método. Cogió el mazo que usaba para cazar reventándole la testa a cerdos dormidos y, aprovechando similar situación, lanzó un certero y medido mazazo sobre la cabeza de Eva. Inspeccionó cautelosamente que estuviera bien groggy para acto seguido dar rienda suelta a sus bajos instintos reprimidos. Podría decirse que esta fue la primera violación de la historia. Esta fue, así mismo, la manera, a lo bestia, que Adán había desarrollado para poder hacerse de Eva cuando él lo quisiera. Curiosamente, mientras todas las veces que Eva era arrastrada de sus cabellos hacia el camastro para ser violada, ésta esbozaba una cómplice sonrisa, aún con los ojos cerrados. A Eva, ¡le gustaba el golpe! Y más increíble aún, descubrió de esta manera el amor. A más mazazos más amor. Adán no tardó en darse cuenta que este método no iba a funcionar para siempre porque en una de esas casi mata a Eva cuando una vez obnubilado por su ataque hormonal, se le pasó la mano y casi le rompe la crisma, por lo que la tuvo inconsciente por diez días. Durante esos días, la cuidó, le dio de comer en la boca, la abrigó, le dijo sonidos guturales muy cariñosos hasta que Eva se recuperó. Ya nunca más le pegó y todo volvió a fojas cero. Eva volvió a recuperar el mando y Adán vio estupefacto cómo a su pareja le crecía la barriga...
Todo lo demás es historia conocida, y hasta nuestros días, las mujeres mantienen el estado de alerta por decirlo de algún modo, a los hombres mostrando ya sin disimulo alguno, partes de su cuerpo estratégicamente escogidos; ombligo, cintura, hombros, gran parte de pechuga, piernas, pompis, etc. Como las mujeres disponen cuándo y cómo pueden servirse un hombre, tiene que mantenerlo las 24 horas motivado y, como nunca sueltan rienda oportunamente para el hombre, siempre lo cogen necesitado. Todo este preámbulo ha sido necesario para demostrar científicamente, porqué y para qué se calatean las mujeres.

La vida termina a los sesenta

Por: Enrique Araujo-Alvarez B. (26.02.07)

“Todo conocimiento deriva de la experiencia”
Platón (c. 428-c. 347 a.C.), filósofo griego, uno de los pensadores más originales e influyentes en toda la historia de la filosofía occidental.

Cuando estaba en quinto de primaria le comenté a mi hermano mayor que si llegaba a los sesenta años me suicidaría. En ese entonces, a los diez años de edad, había observado al abuelo de uno de mis amigos íntimos, ya que yo no tenía ninguno, que estaba en la base seis, al observarlo, se me antojaba como que vivía en una etapa degradada y también algo desgraciada. Sin embargo, lo considerábamos como una enciclopedia ambulante, todo lo sabía, sus consejos siempre eran tan acertados. Nunca pensé que semejante edad pudiera alcanzarme. Imposible, ni lo pensaba, no a mis diez años de edad. Pero un día desperté y me encontré con una persona exactamente igual a ese abuelo que me observaba desde el espejo del baño. ¿Cuándo sucedió esto? ¿Acaso me siento diferente de cuando tenía veinte años? Si no fuera por el espejo y la sociedad que nos refriega en la cara nuestra posición cronológica, andaría tan campante como el joven que siento ser interiormente, pero que está condenado a la degradación, única y exclusivamente por su aspecto físico. A los sesenta años la sociedad nos considera “ancianos”. Un título denigrante, excluyente y menospreciado. Esta realidad espectral sólo se da en los países del tercer mundo y desgraciadamente vivo en uno de ellos. Un país donde a diferencia de los países más adelantados, la experiencia es algo que se considera como una plus valía y no como en los países en eterna vía de desarrollo, como en este país, como una desventaja, un defecto, y hasta una vergüenza. Aquí se aplica la edad de treinta y cinco años como la edad máxima productiva profesional igual que la posibilidad de ser madre en las mujeres. Extraña coincidencia. En los países desarrollados se considera como algo exclusivo tener experiencia, “no hay sustituto para la experiencia”, recalcaban los catedráticos de la universidad cuando estudiaba mi carrera en California. Anunciaban la presencia de un ejecutivo de una gran empresa que daría una charla en la universidad. Todos íbamos ansiosos de escuchar a aquel hombre de más de ochenta años que trabajaba aún como consultor de la Getty Oil Corporation, una eminencia, un hombre con una experiencia extraordinaria, la erudición personificada. Quedábamos absortos al escucharlo. ¡Cuánta sabiduría salía de aquel hombre maravilloso! ¿Por qué en nuestro país se empeñan en desperdiciar a la gente con experiencia? ¿Qué es la tercera edad? ¿Aquella edad en la que seres humanos considerados irresponsablemente inservibles son depositados en asilos? ¿Qué hubiera dicho Konrad Adenauer de ochenta y siete años como uno de los artífices del milagro alemán o Winston Churchill que llevó a la victoria al pueblo inglés con los aliados en la Segunda Guerra Mundial a la edad de setenta y un años? Si los hubieran tildado de ancianos impresentables como nos consideran en nuestro país, seguramente se hubieran quedado muy impresionados negativamente por cierto. Alguien debe rectificar este craso error de menospreciar a los hombres y mujeres maduros que están en la mejor etapa de su vida productiva para aportar la sabiduría que da la experiencia, un valor extraordinario que sólo se adquiere con el tiempo.

Tuesday, November 17, 2009

Democracia no

Por Enrique Araujo-Alvarez B. 30.9.09

La democracia es un sistema de gobierno bastante eficiente, pero aplicado en países que se encuentran en eterna vía de desarrollo como la mayoría de países del hemisferio sur, no están en condiciones culturales ni sociales para su aplicación. Un país como el Perú con su índice de educación tan bajo, no puede darse el lujo de emplear un sistema en que la viabilidad se mide por la calidad de sus ciudadanos. La democracia por sí misma nos sugiere un gobierno donde los mandantes escogen, se supone con inteligencia y conocimientos, al mandatario más idóneo que pueda regir los destinos de los ciudadanos hacia horizontes positivos y de progreso general. En consecuencia, dadas las condiciones en que se encuentra nuestro país, no es recomendable seguir aplicando el sistema democrático. La única salida, es, definitivamente, la meritocracia. Basta con observar los últimos gobiernos elegidos por el pueblo para darnos cuenta que el sistema democrático no ha funcionado. El congreso es la institución más importante en la organización de un estado y sin embargo está conformado por muchas personas que no califican intelectualmente o moralmente. Todos los gobiernos, producto de la democracia no han podido, ni podrán, si se insiste en el sistema democrático, salir del subdesarrollo, más bien han llegado, como era de esperarse, al perfecto estado inamovible del subdesarrollo. Si desde el inicio de la existencia del Perú como estado, se hubiera cuidado que no se reprodujera la pobreza, que es la base del subdesarrollo, tendríamos el nivel de los países como Finlandia, Suiza, Alemania o el Reino Unido entre otros. La pobreza es la fisura de los malos gobiernos y de la pésima elección por parte de los mandantes, que no tienen el criterio ni la sabiduría para tomar este tipo de decisiones. Las masas incultas, desinformadas y mediocres son fácil presa de ser manipuladas por su condición de pobreza que aspiran siempre que alguien los saque de su estado de vida infrahumano. Leer que los gobiernos destinan ingentes cantidades de dinero para disminuir la pobreza es una aberración inconcebible ya que la pobreza no debería existir y hasta debería ser declarada ilegal. Los pobres no los son por su propia iniciativa ya que carecen precisamente de ésta, son producto de la mala administración del estado que ha permitido la aparición de este fenómeno en forma incontrolada. Sin políticas de crecimiento poblacional sin controles de ninguna clase, entre otras cosas, es una demostración de la gran irresponsabilidad del sistema y su politización, que es definitivamente, el mayor y, puede decirse sin temor, el gran responsable del atraso de estos países. La meritocracia, sumada a un sistema gerencial despolitizado y corporativo, vendría a ser la única forma de organización para que un estado como el nuestro pueda desarrollarse para beneficio de sus ciudadanos. Un estado exento de pobreza, con una población controlada, educada, solidaria y respetuosa que se preocupe de optar por la sana convivencia, la tolerancia y la aspiración por alcanzar la felicidad. Los partidos políticos están representados por seudo líderes que lo único que persiguen es el poder para beneficio propio, lo han demostrado en forma incesante a través de la historia. Si hay que decidir por un cambio definitivo, habría que cerrar el libro actual y escribir uno absolutamente nuevo y distinto.

Sunday, November 15, 2009

El Dinero

Por Enrique Araujo-Alvarez B. (19.2.07)

Después de muchos años vividos y muchas vidas conocidas, la conclusión es que el dinero no es algo muy importante en la vida, sino que es lo más importante en la vida. Cuantas veces se dice que el dinero no hace la felicidad, en efecto, no la hace, la compra hecha. Quien diga que el dinero no lo es todo en la vida, se equivoca. El dinero es lo más importante en la vida porque para mantenerla es indispensable tener dinero. No solo es indispensable tenerlo, sino más aún, hay que tenerlo en abundancia para que sirva. Todo el sistema creado por el ser humano ha sido concebido para ser utilizado únicamente a través de la tenencia de dinero. La sociedad ha creado tal cantidad de necesidades para la supervivencia que se hace absolutamente imposible pertenecer a ella sin contar con el dinero suficiente como para poder usufructuar felizmente la vida actual. La cultura es la primera causante de las aspiraciones del ser humano ya que en la medida que se va enterando de la existencia de la oferta que el sistema le ofrece, nunca podrá detenerse en su camino a la comodidad, a la felicidad y a lo más importante de todo que es la estabilidad en su vida. Aún en las inevitables desgracias de la vida humana, nunca será lo mismo lamentarse viviendo en una mansión que viviendo en una choza en los cordones de miseria que rodean a las grandes urbes. El dinero puede comprar casi todo, que es decir bastante. El dinero produce seguridad en uno mismo, hace posible ingresar a todos los círculos donde está lo mejor. Con el dinero se accede a las mejores expresiones de la calidad sea cual fuere la actividad que se escoja. El que tiene dinero no conoce el conformismo, ni la mediocridad, la dupla dinero y cultura hacen un ser insaciable en su deseo de progresar y escapar constantemente de lo ordinario y aspirar a los mejores niveles de calidad y cantidad. No se trata solo de bienes materiales, el dinero le permite acceder a la cultura cara, aquella de la que gozan muy pocos seres humanos, porque el conocimiento de calidad es caro, escaso y exclusivo. La velocidad del desarrollo personal está vinculada directamente al poder adquisitivo. Cuanto más se aspira más hay que pagar, la calidad no es democrática y la exclusividad tiene un valor alto. Si se quiere vivir en los niveles altos, no hay alternativa, hay que tener dinero y mucho. Las elites están conformadas por personas que cuentan con ingentes recursos, nada les es denegado, pueden acceder a todo aquello que le provoca y en cada provocación se enriquecen y cultivan como personas. La vida no es un lecho de rosas, más bien es un valle de lágrimas, por lo tanto el reto es sortear ese valle y vivir lo menos posible en aquellos llantos. El dinero es un maravilloso comodín para todas las carencias que la vida nos impone, el dinero compra amigos, compra el amor, compra la comprensión, compra el consuelo, compra compañía. El dinero compra todo lo que nos puede servir de atenuante para combatir las dificultades de la vida. El dinero es la medicina más efectiva contra la depresión y las desgracias, el dinero compra los paliativos, compra hasta el deseo de acabar con la vida. El dinero ofrece la oportunidad de sentir el infinito placer de dar que nos engrandece tanto. El dinero no solo compra felicidad y bienestar, también puede producirlos para otros. Hacer el bien es mucho más fácil con dinero, es tan poderoso el dinero que hasta puede producir milagros si uno tiene nobles intenciones. Finalmente, el dinero compra y, esta acción, hace que este planeta cuente con todos los adelantos que se nos ofrece a diario porque millones tienen dinero para que estos se reproduzcan.

Friday, November 13, 2009

La mujer

Por Enrique Araujo-Alvarez B. (27.1.07)

La mujer es como el arte abstracto, hay que disfrutarla sin tratar de entenderla.

Por alguna razón desconocida, la mujer está dotada desde su nacimiento de una astucia muy superior a la del hombre. Hacia los seis o siete años ya es capaz de administrar sus sentimientos y tiene la seguridad absoluta de sentirse un ser sobre valorado respecto al sexo opuesto. Y es precisamente el sexo el vehículo que utiliza para dominar al hombre. Desde muy temprano ha descubierto que los hombres son unos ingenuos (lo perciben con una claridad y velocidad pasmosas) y que jamás se dan cuenta del dominio que ellas ejercen sobre ellos. Aproximadamente a partir de los diez años de edad, la mujer puede perfectamente manipular a un hombre adulto de cualquier edad sin ningún problema y hacer con él lo que le dé la gana. Una mujer de 13 o 14 y no se diga, de más edad, es imbatible en el arte de dominar al hombre con una impresionante efectividad. La mujer posee muchos menos escrúpulos que el hombre, es mucho más osada, muchísimo más mala y cruel (ellas mismas no solo lo admiten sino que lo pregonan), teniendo la gran ventaja de manejar a su antojo sus glándulas lacrimales sumado a muchos otros dones que le ha regalado la naturaleza, como su extraordinaria facilidad para la actuación, sobre todo en el arte dramático. Como si esto fuera poco, la mujer llega a la madurez tan temprano como los doce o trece años, (se sabe que muchas llegan aún antes) asentándose sólidamente a sus quince años poco más o menos. El hombre, en cambio, ni siquiera está programado para llegar a la madurez en toda su vida. Es impresionante cómo se puede ver tan claramente el nivel de madurez y desarrollo físico comparando a una mujer de 15 años y a un hombre de la misma edad. La primera podría casarse y ser madre sin ningún problema, el segundo consideraría estas circunstancias como algo absolutamente absurdo e inaceptable y totalmente desproporcionado. Para colmo de la desgraciada diferencia entre estos géneros, la mujer tiene una capacidad sexual abrumadamente superior al hombre. Sus posibilidades de placer son prácticamente infinitas mientras que el hombre posee un órgano sexual muchísimo más primitivo, sumamente débil y de cortísima duración en cuanto a efectividad. Mientras una mujer podría estar con diez hombres en menos de una hora, un hombre de gran resistencia física y joven por añadidura, solo podría “atender” (no digamos satisfacer, porque eso sería demasiado pedir) a una sola mujer necesitando de intervalos de al menos una o dos horas, en el mejor de los casos, para reiniciar un nuevo encuentro medianamente satisfactorio. Como consecuencia de esta realidad, la mujer se sitúa automáticamente por encima del hombre al que considera un disminuido sexual y mental. En la institución matrimonial, se sugiere que el hombre sea al menos diez años mayor que la mujer para paliar en algo la extraordinaria diferencia de madurez entre ambos, pero ni aún así, el hombre puede lograr que la mujer lo respete por lo que asume siempre una posición subalterna viviendo para protegerla, mimarla, alimentarla, tolerarla y sobre todo obedecerla en todo momento. El hombre es un desgraciado de nacimiento, porque además de tener que observar un comportamiento rígido dentro del matrimonio, donde no tiene ni voz ni voto, tiene la obligación de cumplir sexualmente con su esposa aunque no sienta ningún deseo, lo que lo coloca en una posición escalofriante ya que los requerimientos sexuales de la mujer, son sencillamente, insaciables. También es insaciable en pedir cosas materiales, llámense lujos y toda clase de comodidades ya que ella se considera un premio para el hombre, un regalito del cielo que por dejarle usar su vagina puede demandar precios increíbles, además, el hogar, solo le pertenece a ella. Todo ha sido diseñado y decorado para ella, el hombre tiene que vivir toda su vida matrimonial en un ambiente femenino, y tal es su devaluada posición en el hogar, que ni siquiera tendrá un urinario para poder miccionar cómodamente ya que todos, absolutamente todos, los baños de este planeta son para damas. En el matrimonio los hombres dejan de ser seres libres ya que siempre tienen que solicitar permiso a su mujer para ausentarse un par de horas para ver a sus amigos y la mayoría de las veces tal permiso les es denegado. La mujer exige la presencia de su hombre las 24 horas del día y para su ventura, le ha caído del cielo aparatos milagrosos de control como el celular, con el cual pueden establecer un reglaje a lo FBI de todos y cada uno de sus movimientos. El hombre no puede y ni se atreve a tomar ninguna decisión en su hogar, puede tímidamente sugerir algo cubriéndose la cara con su laptop y arrodillado en el suelo, pero la última palabra será la de la mujer. Por más que se esfuerce, el hombre siempre será considerado por su mujer como un casi retrasado mental, pésimo chofer, pésimo negociador, irritantemente honesto y sobre todo un inmaduro sexual. Las mujeres describen a los hombres cuando hablan entre ellas como un huevón, un cerdo, un bueno para nada, un maldito e intolerable eyaculador precoz, infeliz, desgraciado, sacavueltero, infame, rata de cloaca, vil, mentiroso, desconsiderado, cruel, basura, porquería, burro (por bestia solamente), engreído, tarado, etc. Un hombre trabaja todo el día, a veces hasta los fines de semana, consigue tener una muy buena posición económica, compra una gran casa con piscina y todo el equipamiento, coloca a su familia en uno o dos o más de los mejores clubes exclusivos de la ciudad, compra autos de lujo para todos y viaja por doquier llevando a su familia. Mas por esas cosa del destino, un día a su mujer se le calienta la cabeza y sin pestañear y con la frialdad de un glaciar, le comunica a su hombre que hasta allí llegó la cosa, que se ha enamorado de un hombre mucho más joven que él y que la satisface sexualmente, que es para la mujer lo más importante en su vida, por lo que el buen hombre cogerá un par de bolsas usadas de plástico para poner su par de calzoncillos, un par de medias, un par de camisas y a mudarse a un cuarto solo su alma como Dios lo trajo al mundo. Además, le prohibirán que vea a sus hijos, pero eso sí, tendrá que seguir manteniendo a toda la familia como antes, incluyendo al nuevo compromiso, que ahora ocupará su cama y que está en la universidad por lo que no trabaja y encima es argentino. Pasará varios años, solo como una rata y al fin después de un lustro conocerá a otra mujer a la que se aferrará con uñas y dientes porque se encuentra más solo que viuda en matiné de lunes. Como buen descerebrado volverá a cometer los mismos exactos errores con la nueva mujer y no se dará cuenta que no se ha conseguido otra mujer sino que es la mujer acaba de conseguirse un hombre para que la atienda como un sirviente, que es lo que es y seguirá siendo por el resto de sus días. Así pasará su vida al servicio de una nueva mujer porque, aceptémoslo hidalgamente, las mujeres son mucho más vivas que los hombres. ¡Sin duda!

Tuesday, November 10, 2009

Un domingo en misa

Por Enrique Araujo-Alvarez B. 31.3.09

Obligado a asistir a misa, de mala gana entro a la iglesia de la virgen de Fátima, hemos llegado un par de minutos antes de la misa, el recinto está casi lleno, es casi las doce. La mayoría de los fieles están conversando en voz baja y se ven caras sonrientes, personas que se dan besos de saludo, apretones de mano los hombres acompañados por sus esposas, cuántos como yo obligados a soplarse el rito. Entra el cura, tiene el aspecto del típico candelejón, de esos que están convencidos que se irán al cielo y que Dios los ama, hay un aire de superioridad en su semblante por sentirse respaldado por el creador. Tengo que hacer algunas venias a amigos que me hacen un ademán de saludo, como de costumbre las esposas, no obstante las conozco desde los quince años, no me saludan, es la costumbre latinoamericana. Miro a mi alrededor con disimulo, mientras espero sentado en una banca de cedro que me lastima las nalgas y me aprieta la próstata. Detrás de mí oigo un cuchicheo, -¿has visto qué viejo está Jorge? ¿Estará con cáncer? ¡Mira nomás a la chinchosa de su mujer cómo se ha jalado la cara, ¡Huy! Está horrible, se parece a La máscara. La hija está hecha una chancha, pobrecita. –Habla más despacio mujer, se te oye hasta la calle. ¡Oremos, mos, mos, mos y sigue el eco en el santo recinto. Me paro con las manos juntas estiradas, un pequeño coro acompañados de guitarras cantan algo reverberante que nadie entiende, los feligreses cantan para sus adentros con infinita timidez, el cura dice; ...para que sea agradable a Dios todopoderoso por los siglos de los siglos, glos, glos, glos, y sigue el eco. Dos ex jóvenes mujeres conversan a sonrisa amplia desde una banca hacia la posterior sin parar, nos sentamos, nos levantamos, nos arrodillamos. El cura por enésima vez repite que recemos la oración que el mismísimo Jesús nos enseñó. ¿Cuándo fue esto? No lo recuerdo. La mayoría abre los brazos para rezar la oración que nunca le encontré sentido alguno. Es increíble la posición idiota de abrir los brazos como si fueran a sostener la lana de una tejedora, muchos con fervor...Nos sentamos, nos paramos, oremos dice el cura. Cuando ya me duelen las piernas de tanto siéntate y levántate, el cura se prepara a dar su sermón. Será como siempre, aburrido, ininteligible, reiterativo en lo inútil, nadie escucha, nadie entiende por el infernal eco del ábside, la perorata no tiene cuando terminar, las ex jóvenes mujeres no dejan de conversar y mostrar ese tipo de sonrisa falseta que pretende ser muy de clase alta sin serlo. El cura acaba por fin. Reinicia el rito, oremos, levántate, siéntate, arrodíllate, porque Dios va a bajar del cielo, se hace un silencio, la gente baja la cabeza, hay cierta tensión por el aterrizaje de Dios. Por fin Dios se esfuma y se prepara la comunión. Se forman dos filas, varios conocidos y conocidas míos, se levantan para recibir el cuerpo de Cristo. No puedo creer que el miserable de Carlos (nombre ficticio para evitarme un juicio), que maltrata a sus empleados, les paga una miseria, que bota gente sin importarle si los hijos del empleado se mueran de hambre y las sinvergüenzas, (me viene a la memoria lo que me advirtieron de chiquito que nunca se habla de una dama, pero no veo damas, así que sinvergüenzas igual), van a por el cuerpo de Cristo. Hasta su querida me ha comentado que es un miserable, pero igual él comulgará para asegurarse el cielo. Lo siguen otros y otras, unos y otras más inmorales que el peor o la peor de ellas que han hecho y harán maldades sin el menor remordimiento, pero tratan de expiar sus pecados con la hostia divina. Hipócritas, pienso, cómo pueden ser tan miserables. La misa se acaba, el cura bendice a todos en el nombre de los tres dioses que son en realidad uno solo. Al fin podremos irnos en paz, yo me muero de hambre, solo pienso en la parrillada que nos ha invitado nuestro amigo Carlos, el miserable, pero tan buen anfitrión, quien al subir a su Mercedes se le acerca un mendigo a pedirle diez céntimos. Carlos como buen cristiano, ni lo mira, le friegan los mendigos, sube rápidamente la ventana eléctrica del meche del año y arranca lo más rápido que puede y pica para alejarse de esos pobretones que joden pidiendo limosna. Yo me he cuadrado invadiendo treinta centímetros del pase peatonal. Un hombre maduro muy elegante acompañado de su mujer y su hijos, me increpa; ¡Aquí no se cuadra! Tiene una mirada feroz, maligna e intemperante a pesar que aún tiene en el estómago el cuerpo de Cristo. Es que afuera de la iglesia, vuelven a ser lo que son, unos hipócritas que pasan en segundos, de darse golpes de pecho, a dar golpes en el pecho de cualquiera.