Friday, November 13, 2009

La mujer

Por Enrique Araujo-Alvarez B. (27.1.07)

La mujer es como el arte abstracto, hay que disfrutarla sin tratar de entenderla.

Por alguna razón desconocida, la mujer está dotada desde su nacimiento de una astucia muy superior a la del hombre. Hacia los seis o siete años ya es capaz de administrar sus sentimientos y tiene la seguridad absoluta de sentirse un ser sobre valorado respecto al sexo opuesto. Y es precisamente el sexo el vehículo que utiliza para dominar al hombre. Desde muy temprano ha descubierto que los hombres son unos ingenuos (lo perciben con una claridad y velocidad pasmosas) y que jamás se dan cuenta del dominio que ellas ejercen sobre ellos. Aproximadamente a partir de los diez años de edad, la mujer puede perfectamente manipular a un hombre adulto de cualquier edad sin ningún problema y hacer con él lo que le dé la gana. Una mujer de 13 o 14 y no se diga, de más edad, es imbatible en el arte de dominar al hombre con una impresionante efectividad. La mujer posee muchos menos escrúpulos que el hombre, es mucho más osada, muchísimo más mala y cruel (ellas mismas no solo lo admiten sino que lo pregonan), teniendo la gran ventaja de manejar a su antojo sus glándulas lacrimales sumado a muchos otros dones que le ha regalado la naturaleza, como su extraordinaria facilidad para la actuación, sobre todo en el arte dramático. Como si esto fuera poco, la mujer llega a la madurez tan temprano como los doce o trece años, (se sabe que muchas llegan aún antes) asentándose sólidamente a sus quince años poco más o menos. El hombre, en cambio, ni siquiera está programado para llegar a la madurez en toda su vida. Es impresionante cómo se puede ver tan claramente el nivel de madurez y desarrollo físico comparando a una mujer de 15 años y a un hombre de la misma edad. La primera podría casarse y ser madre sin ningún problema, el segundo consideraría estas circunstancias como algo absolutamente absurdo e inaceptable y totalmente desproporcionado. Para colmo de la desgraciada diferencia entre estos géneros, la mujer tiene una capacidad sexual abrumadamente superior al hombre. Sus posibilidades de placer son prácticamente infinitas mientras que el hombre posee un órgano sexual muchísimo más primitivo, sumamente débil y de cortísima duración en cuanto a efectividad. Mientras una mujer podría estar con diez hombres en menos de una hora, un hombre de gran resistencia física y joven por añadidura, solo podría “atender” (no digamos satisfacer, porque eso sería demasiado pedir) a una sola mujer necesitando de intervalos de al menos una o dos horas, en el mejor de los casos, para reiniciar un nuevo encuentro medianamente satisfactorio. Como consecuencia de esta realidad, la mujer se sitúa automáticamente por encima del hombre al que considera un disminuido sexual y mental. En la institución matrimonial, se sugiere que el hombre sea al menos diez años mayor que la mujer para paliar en algo la extraordinaria diferencia de madurez entre ambos, pero ni aún así, el hombre puede lograr que la mujer lo respete por lo que asume siempre una posición subalterna viviendo para protegerla, mimarla, alimentarla, tolerarla y sobre todo obedecerla en todo momento. El hombre es un desgraciado de nacimiento, porque además de tener que observar un comportamiento rígido dentro del matrimonio, donde no tiene ni voz ni voto, tiene la obligación de cumplir sexualmente con su esposa aunque no sienta ningún deseo, lo que lo coloca en una posición escalofriante ya que los requerimientos sexuales de la mujer, son sencillamente, insaciables. También es insaciable en pedir cosas materiales, llámense lujos y toda clase de comodidades ya que ella se considera un premio para el hombre, un regalito del cielo que por dejarle usar su vagina puede demandar precios increíbles, además, el hogar, solo le pertenece a ella. Todo ha sido diseñado y decorado para ella, el hombre tiene que vivir toda su vida matrimonial en un ambiente femenino, y tal es su devaluada posición en el hogar, que ni siquiera tendrá un urinario para poder miccionar cómodamente ya que todos, absolutamente todos, los baños de este planeta son para damas. En el matrimonio los hombres dejan de ser seres libres ya que siempre tienen que solicitar permiso a su mujer para ausentarse un par de horas para ver a sus amigos y la mayoría de las veces tal permiso les es denegado. La mujer exige la presencia de su hombre las 24 horas del día y para su ventura, le ha caído del cielo aparatos milagrosos de control como el celular, con el cual pueden establecer un reglaje a lo FBI de todos y cada uno de sus movimientos. El hombre no puede y ni se atreve a tomar ninguna decisión en su hogar, puede tímidamente sugerir algo cubriéndose la cara con su laptop y arrodillado en el suelo, pero la última palabra será la de la mujer. Por más que se esfuerce, el hombre siempre será considerado por su mujer como un casi retrasado mental, pésimo chofer, pésimo negociador, irritantemente honesto y sobre todo un inmaduro sexual. Las mujeres describen a los hombres cuando hablan entre ellas como un huevón, un cerdo, un bueno para nada, un maldito e intolerable eyaculador precoz, infeliz, desgraciado, sacavueltero, infame, rata de cloaca, vil, mentiroso, desconsiderado, cruel, basura, porquería, burro (por bestia solamente), engreído, tarado, etc. Un hombre trabaja todo el día, a veces hasta los fines de semana, consigue tener una muy buena posición económica, compra una gran casa con piscina y todo el equipamiento, coloca a su familia en uno o dos o más de los mejores clubes exclusivos de la ciudad, compra autos de lujo para todos y viaja por doquier llevando a su familia. Mas por esas cosa del destino, un día a su mujer se le calienta la cabeza y sin pestañear y con la frialdad de un glaciar, le comunica a su hombre que hasta allí llegó la cosa, que se ha enamorado de un hombre mucho más joven que él y que la satisface sexualmente, que es para la mujer lo más importante en su vida, por lo que el buen hombre cogerá un par de bolsas usadas de plástico para poner su par de calzoncillos, un par de medias, un par de camisas y a mudarse a un cuarto solo su alma como Dios lo trajo al mundo. Además, le prohibirán que vea a sus hijos, pero eso sí, tendrá que seguir manteniendo a toda la familia como antes, incluyendo al nuevo compromiso, que ahora ocupará su cama y que está en la universidad por lo que no trabaja y encima es argentino. Pasará varios años, solo como una rata y al fin después de un lustro conocerá a otra mujer a la que se aferrará con uñas y dientes porque se encuentra más solo que viuda en matiné de lunes. Como buen descerebrado volverá a cometer los mismos exactos errores con la nueva mujer y no se dará cuenta que no se ha conseguido otra mujer sino que es la mujer acaba de conseguirse un hombre para que la atienda como un sirviente, que es lo que es y seguirá siendo por el resto de sus días. Así pasará su vida al servicio de una nueva mujer porque, aceptémoslo hidalgamente, las mujeres son mucho más vivas que los hombres. ¡Sin duda!

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