Sunday, November 29, 2009

La vida termina a los sesenta

Por: Enrique Araujo-Alvarez B. (26.02.07)

“Todo conocimiento deriva de la experiencia”
Platón (c. 428-c. 347 a.C.), filósofo griego, uno de los pensadores más originales e influyentes en toda la historia de la filosofía occidental.

Cuando estaba en quinto de primaria le comenté a mi hermano mayor que si llegaba a los sesenta años me suicidaría. En ese entonces, a los diez años de edad, había observado al abuelo de uno de mis amigos íntimos, ya que yo no tenía ninguno, que estaba en la base seis, al observarlo, se me antojaba como que vivía en una etapa degradada y también algo desgraciada. Sin embargo, lo considerábamos como una enciclopedia ambulante, todo lo sabía, sus consejos siempre eran tan acertados. Nunca pensé que semejante edad pudiera alcanzarme. Imposible, ni lo pensaba, no a mis diez años de edad. Pero un día desperté y me encontré con una persona exactamente igual a ese abuelo que me observaba desde el espejo del baño. ¿Cuándo sucedió esto? ¿Acaso me siento diferente de cuando tenía veinte años? Si no fuera por el espejo y la sociedad que nos refriega en la cara nuestra posición cronológica, andaría tan campante como el joven que siento ser interiormente, pero que está condenado a la degradación, única y exclusivamente por su aspecto físico. A los sesenta años la sociedad nos considera “ancianos”. Un título denigrante, excluyente y menospreciado. Esta realidad espectral sólo se da en los países del tercer mundo y desgraciadamente vivo en uno de ellos. Un país donde a diferencia de los países más adelantados, la experiencia es algo que se considera como una plus valía y no como en los países en eterna vía de desarrollo, como en este país, como una desventaja, un defecto, y hasta una vergüenza. Aquí se aplica la edad de treinta y cinco años como la edad máxima productiva profesional igual que la posibilidad de ser madre en las mujeres. Extraña coincidencia. En los países desarrollados se considera como algo exclusivo tener experiencia, “no hay sustituto para la experiencia”, recalcaban los catedráticos de la universidad cuando estudiaba mi carrera en California. Anunciaban la presencia de un ejecutivo de una gran empresa que daría una charla en la universidad. Todos íbamos ansiosos de escuchar a aquel hombre de más de ochenta años que trabajaba aún como consultor de la Getty Oil Corporation, una eminencia, un hombre con una experiencia extraordinaria, la erudición personificada. Quedábamos absortos al escucharlo. ¡Cuánta sabiduría salía de aquel hombre maravilloso! ¿Por qué en nuestro país se empeñan en desperdiciar a la gente con experiencia? ¿Qué es la tercera edad? ¿Aquella edad en la que seres humanos considerados irresponsablemente inservibles son depositados en asilos? ¿Qué hubiera dicho Konrad Adenauer de ochenta y siete años como uno de los artífices del milagro alemán o Winston Churchill que llevó a la victoria al pueblo inglés con los aliados en la Segunda Guerra Mundial a la edad de setenta y un años? Si los hubieran tildado de ancianos impresentables como nos consideran en nuestro país, seguramente se hubieran quedado muy impresionados negativamente por cierto. Alguien debe rectificar este craso error de menospreciar a los hombres y mujeres maduros que están en la mejor etapa de su vida productiva para aportar la sabiduría que da la experiencia, un valor extraordinario que sólo se adquiere con el tiempo.

1 comment:

  1. Buenísima reflexión. Lástima que la veo tan tarde que quizás este comentario no llegue nunca al autor. Tengo 62 años de carrocería, pero no de alma y creo que tiene que venir un cambio en la actitud de los más jóvenes hacia los adultos mayores. También es fundamental que no nos dejemos pasar a llevar. Hay un tema de dignidad personal que hay que contagiar al resto.
    De veras muy buena reflexión
    Saludos

    Jorge Biggs
    www.jorgebiggs.cl

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