Tuesday, November 10, 2009

Un domingo en misa

Por Enrique Araujo-Alvarez B. 31.3.09

Obligado a asistir a misa, de mala gana entro a la iglesia de la virgen de Fátima, hemos llegado un par de minutos antes de la misa, el recinto está casi lleno, es casi las doce. La mayoría de los fieles están conversando en voz baja y se ven caras sonrientes, personas que se dan besos de saludo, apretones de mano los hombres acompañados por sus esposas, cuántos como yo obligados a soplarse el rito. Entra el cura, tiene el aspecto del típico candelejón, de esos que están convencidos que se irán al cielo y que Dios los ama, hay un aire de superioridad en su semblante por sentirse respaldado por el creador. Tengo que hacer algunas venias a amigos que me hacen un ademán de saludo, como de costumbre las esposas, no obstante las conozco desde los quince años, no me saludan, es la costumbre latinoamericana. Miro a mi alrededor con disimulo, mientras espero sentado en una banca de cedro que me lastima las nalgas y me aprieta la próstata. Detrás de mí oigo un cuchicheo, -¿has visto qué viejo está Jorge? ¿Estará con cáncer? ¡Mira nomás a la chinchosa de su mujer cómo se ha jalado la cara, ¡Huy! Está horrible, se parece a La máscara. La hija está hecha una chancha, pobrecita. –Habla más despacio mujer, se te oye hasta la calle. ¡Oremos, mos, mos, mos y sigue el eco en el santo recinto. Me paro con las manos juntas estiradas, un pequeño coro acompañados de guitarras cantan algo reverberante que nadie entiende, los feligreses cantan para sus adentros con infinita timidez, el cura dice; ...para que sea agradable a Dios todopoderoso por los siglos de los siglos, glos, glos, glos, y sigue el eco. Dos ex jóvenes mujeres conversan a sonrisa amplia desde una banca hacia la posterior sin parar, nos sentamos, nos levantamos, nos arrodillamos. El cura por enésima vez repite que recemos la oración que el mismísimo Jesús nos enseñó. ¿Cuándo fue esto? No lo recuerdo. La mayoría abre los brazos para rezar la oración que nunca le encontré sentido alguno. Es increíble la posición idiota de abrir los brazos como si fueran a sostener la lana de una tejedora, muchos con fervor...Nos sentamos, nos paramos, oremos dice el cura. Cuando ya me duelen las piernas de tanto siéntate y levántate, el cura se prepara a dar su sermón. Será como siempre, aburrido, ininteligible, reiterativo en lo inútil, nadie escucha, nadie entiende por el infernal eco del ábside, la perorata no tiene cuando terminar, las ex jóvenes mujeres no dejan de conversar y mostrar ese tipo de sonrisa falseta que pretende ser muy de clase alta sin serlo. El cura acaba por fin. Reinicia el rito, oremos, levántate, siéntate, arrodíllate, porque Dios va a bajar del cielo, se hace un silencio, la gente baja la cabeza, hay cierta tensión por el aterrizaje de Dios. Por fin Dios se esfuma y se prepara la comunión. Se forman dos filas, varios conocidos y conocidas míos, se levantan para recibir el cuerpo de Cristo. No puedo creer que el miserable de Carlos (nombre ficticio para evitarme un juicio), que maltrata a sus empleados, les paga una miseria, que bota gente sin importarle si los hijos del empleado se mueran de hambre y las sinvergüenzas, (me viene a la memoria lo que me advirtieron de chiquito que nunca se habla de una dama, pero no veo damas, así que sinvergüenzas igual), van a por el cuerpo de Cristo. Hasta su querida me ha comentado que es un miserable, pero igual él comulgará para asegurarse el cielo. Lo siguen otros y otras, unos y otras más inmorales que el peor o la peor de ellas que han hecho y harán maldades sin el menor remordimiento, pero tratan de expiar sus pecados con la hostia divina. Hipócritas, pienso, cómo pueden ser tan miserables. La misa se acaba, el cura bendice a todos en el nombre de los tres dioses que son en realidad uno solo. Al fin podremos irnos en paz, yo me muero de hambre, solo pienso en la parrillada que nos ha invitado nuestro amigo Carlos, el miserable, pero tan buen anfitrión, quien al subir a su Mercedes se le acerca un mendigo a pedirle diez céntimos. Carlos como buen cristiano, ni lo mira, le friegan los mendigos, sube rápidamente la ventana eléctrica del meche del año y arranca lo más rápido que puede y pica para alejarse de esos pobretones que joden pidiendo limosna. Yo me he cuadrado invadiendo treinta centímetros del pase peatonal. Un hombre maduro muy elegante acompañado de su mujer y su hijos, me increpa; ¡Aquí no se cuadra! Tiene una mirada feroz, maligna e intemperante a pesar que aún tiene en el estómago el cuerpo de Cristo. Es que afuera de la iglesia, vuelven a ser lo que son, unos hipócritas que pasan en segundos, de darse golpes de pecho, a dar golpes en el pecho de cualquiera.

1 comment:

  1. Recibo ingentes cantidades de mensajes de Dios te ama, estoy rezando por tí, te quiero mucho, Jesús viene y no digo nada. Yo mando un mensaje en que digo que no creo en dios y me amenazan con matarme, ¿Por qué los religiosos son tan intolerantes?

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